La desgracia de quedarse sin TV por cable
Decidí quedarme en casa luego del día de navidad. Pues no sólo para tomarme un verdadero descanso sino también para hacer conciencia de mi situación, así como para visualizar el forado que dejó en mi bolsillo estos días de obligados regalos.

Nada de trajines ni salidas largas y menos aún peleas ni roces en lugares atiborrados de visitantes ansiosos de mostrar al mundo sus miserias.

Me quedé en casa. En la mañana leyendo el Código Da Vinci y, por la tarde, me preparé para ver algún documental del Discovery, National Geographic, Animal Planet o una película en HBO.

Pero, para sorpresa y hondo pesar, una falla técnica cortó la señal de Cable y entonces no me quedó otra opción que ver TV peruana.

Pronto, al constatar la precariedad de la producción nacional, una frustración horrenda se apoderó de todo mi ser. A mi modo de ver, los programas más malos del mundo están en la TV peruana.

Producciones ligeras y vulgares que no saben de fondos ni formas; violan las artes y ofenden los sentimientos.

Desde esos emblemas del tercer mundo, las telenovelas, hasta, los groseros chistes de Álvarez y Benavides, el insulto de la Paisana Jacinta, así como la pobreza artística y de contenido de Así es la Vida, los “publicherris” del Presidente (la mermelada) de TNP y otros tantos que (menos mal) mi mente no quiso retener.

Finalmente me refugié en un dibujo de ATV y terminé con Vano Oficio de TNP.

¡Que mal estamos en TV!.

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