Confusión social: ¡AY Perú para rato!

Un estado de confusión social estamos viviendo en el país, no hay lugar a dudas. La mayoría de la gente esta en un estado de incertidumbre creada por el continuo impacto de mensajes que pululan en un escenario donde buenos y malos, rojos y no-rojos visten y hablan igual. Estamos en el mismo plano discutiendo o disputándonos los cargos públicos más altos con sujetos que han delinquido más de una vez. Las autoridades, incapaces para imponerse como tales, piden que !por favor! cumplan las leyes. Ahora hay que rogar a la gente para que acate una ley y también convencer al delincuente de su mal proceder. La aplicación de la ley ha perdido fuerza, al que comete delito hay que pedirle 'por favor' que acepte los cargos y se declare voluntariamente como delincuente (Ministro de Educación insta a rectores a cumplir con la ley). Absurdo tras absurdo.

Más aún, muchos de los intelectuales y guros connotados no dan señales de "puntería" en sus análisis. No se sabe si es por incapacidad o por conveniencia. O la realidad hipermediada ha sobrepasado su capacidad intelectual o, sencillamente, la conveniencia o un extraño mandato ha nublado sus juicio; contribuyen a profundizar este estado de confusión total. Confunden y dividen.


Los grupos interesados, sus políticos corruptos y todos los que tienen algún interés en saquear el país y tratar como estúpidos a los peruanos, celebran este estado de cosas. Muestra de ello es el actual gobierno. Estos grupos hacen fiesta gracias a la ignorancia de nuestro gobernante de turno. Se están aprobando leyes, convenios, tratados y otros, bastante dañinos para los intereses del Perú.

El ascenso de la delincuencia ha sido permanente desde hace varias décadas, lo vengo escribiendo desde hace mucho tiempo. Ahora han escalado y crecido de manera impresionante; ya es conocido que las bandas están gobernando el país y, al parecer, debido al estado de confusión que se vive, seguirán en ese camino impunes y con el aval de nuestra desidia o la incapacidad de indignarnos o de decir ¡basta!.

Las bandas escalaron hasta el gobierno (poder ejecutivo, legislativo, instituciones públicas) pero también se han ampliado, es decir, han tomado muchos medios de comunicación, empresas y, claro está, partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil. Unos están gobernando y otros pugnan por gobernar. Así la situación, es de esperarse cosas cada vez más graves para el país.

Muchas de las personas de bien, seguramente, desesperadas por las urgencias cotidianas, se han sumado a esta ola delictiva, los toleran o eligen delincuentes como autoridades enarbolando la penosa arenga 'Roba pero hace obras'. Los militantes se han convertido en cómplices, estos no retiran su apoyo a pesar de la evidencia. Un líder liberó a cerca de 4 mil narcotraficantes y otro quiere liberar a su padre y cómplices presos por crímenes y corrupción probada. Otros, están con similares pretensiones.

Los intelectuales y analistas más citados hablan de la poca inteligencia de la gente para elegir a sus autoridades o representantes. No se percatan, o no les conviene hacerlo, de que esta situación tiene poco que ver con la inteligencia, puesto que está ligado a la conveniencia y al apego emocional hacia un sujeto. La gente elige a un candidato porque está convencida que le permitirá participar en su festín (aunque sea con migajas) o, se apiadan o sienten pena del delincuente que no pudo burlar a la justicia: confunden caridad con justicia.

¿Pero cómo hemos llegado a esto? El mismo ascenso y crecimiento del crimen organizado que ha tomado los medios de comunicación y las instituciones del estado encargadas de impartir justicia, se han encargado de diluir el significado del crimen, el robo, la traición. Con mensajes de impunidad que llegan constantemente por todos los medios, han destruido los cimientos del honor, el valor, la dignidad, decencia. Todo es relativo ahora; hagas lo que hagas, da lo mismo. Robes o mates, puedes llegar a ser presidente de la República.

Muchos candidatos a las elecciones del 2016 tienen prontuarios conocidos. Lo sabemos, lo vemos, nos dan signos de que lo único que quieren, si llegan al poder, es delinquir, sin embargo, seguimos contemplando, sin indignarnos, sin la suficiente templanza o el valor para decir ¡basta!. Parece que hemos renunciado al honor y al valor. Ya hemos aprendido a no sentir dolor ni asco cuando nos aplastan o humillan. ¡Qué trágico!

Así, mientras los intelectuales teorizan y argumentan sobre la corrupción según el autor tal, la gente se suma a las organizaciones criminales (hoy convertidos en partidos políticos) o se vuelve indiferente porque no ve alternativa: está confundida. Por su parte, los líderes o jefes de los clanes, se preparan para un nuevo festín de crímenes e impunidad.


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