Las TICS y nuestros defectos

Hace un tiempo atrás, caminando por una de las calles de Lima me encontré con un amigo a quién no veía desde hacía varios años. Luego del saludo y una breve conversación con Peter, -así se llamaba-, caminamos a su oficina que se encontraba a unos pasos.

Peter trabajaba en una de las tantas universidades que existen en el país; era persona de confianza de uno de los miembros del directorio de dicha empresa educativa, un señor delgado, pulcro, ya entrado en años, llamado Nolberto.

Mientras conversábamos ingresó a la oficina tal señor, un poco molesto y preguntó a Peter si sabía como ubicar al webmaster de su sitio web particular. Pues, mencionaba que desde hacía días no podía abrir su correo y como, en esos momentos, tenía una urgencia, necesitaba que solucione dicho problema de manera inmediata.

Mi amigo respondió que no sabía como ubicarlo y, girando hacia mí, preguntó ¿crees que le puedes ayudar?. Le dije que podía intentar solucionar el problema de su correo. Me presentó a su jefe, seguidamente nos dirigimos a su despacho y me puse a hurgar en su laptop. Efectivamente el correo estaba mal; demoraba demasiado en abrir y, al parecer, el buzón estaba casi lleno.

Su servicio de correo era de esos que venden con paquetes de alojamiento escasos de recursos, pero caros en el país: todo en inglés, complicado de manejar y que sólo almacenaba 100 megas de información. Al comprobar esto le pregunté ¿por qué usaba dicho servicio de correo si habían otros mejores y gratuitos? El tipo me miró algo sorprendido y masculló, ¿en serio?. Así es, le dije. Le describí las virtudes de GMAIL, de su potencia, recursos, capacidad de almacenamiento y, todavía, que eran gratuitos. Él se limitó a mirarme, sin responder nada. No agregué nada más. Arreglamos el problema del correo y nos despedimos.

Una semana después recibí una llamada telefónica del señor Nolberto, pidiéndome muy amablemente, que vaya a visitarlo en su oficina, pues, sufría el mismo problema y, además, quería saber más detalles del correo gratuito que le había mencionado anteriormente.

En su oficina conversamos y en ese mismo instante decidió usarlo con su propio dominio personal. Antes de despedirme agregué que dicho servicio también estaba disponible para los centros de educación gratuitamente; las grandes universidades del mundo ya lo están usando, le informé. Sin salir de su asombro me manifestó que según como le iba en su dominio particular, hablaría de usarlo en la universidad. Luego, tomamos un café y nos despedimos nuevamente.

Unos cuantos días después me llamó para manifestarme que había hablado a los miembros del directorio de la empresa educativa de ese servicio de correo, puesto que ahí también padecían el mismo problema del cual había escapado. -Sería bueno que lo usen!, le dije- sólo tienes que ordenar a tu webmaster y listo. No, -me dijo, quiero que tú vengas y expliques al directorio en pleno; nos reuniremos tal día, agregó.

Asistí temprano a la reunión de directorio y me recibieron 4 sujetos que, con cara de palo, noté que trataban de sonsacarme lo que iba a exponer.

La reunión comenzó a hora exacta y pronto estuve frente a los miembros del directorio que estaba integrado por un grupo de señores cuya edad, incluyendo don Nolberto, no bajaba de 70 años. Junto a ellos se acomodaron los sujetos que me recibieron.

Inicié mi exposición presentándoles el tema, les relaté las diversas opciones que existían y se estaban desarrollando en torno al Cloud computing, dentro de los que estaban los servicios de Google. ¡Como si me hubiesen pagado por ello y como si fuera a recibir algún premio!.

Terminada mi charla se iniciaron las intervenciones que, para mi sorpresa, fueron ataques vehementes hacia mi persona por parte de los sujetos con cara de palo. Prácticamente me acusaron de querer colapsar la empresa, incitando a que coloquen su información más valiosa en lugares dudosos y que nadie sabía qué futuro les deparaba. Los miembros del directorio me miraban con desconfianza, como alguien que les quería vender sus propia ruina. El terror me invadió.

¡Diablos!, me dije, ¿Qué pasa aquí?. No comprendí esa reacción tan violenta. Estuve totalmente desconcertado, y sin saber qué contestar. Yo miraba a don Nolberto creo que con pánico; ¡Demonios, trágame tierra. Dios envía a alguien a rescatarme, estos tipos están a punto de lanzarme por la ventana, pensaba. No creo que sobreviva cayendo del doceavo piso!.

Don Nolberto, interpretando mi estado de conmoción, finalmente intervino diciendo que había venido invitado por él solo para informarles de la existencia de ese servicio; pues no había venido a vender nada. En seguida tragué saliva y creo que mostré una sonrisa como esas que muestran los que se escapan de la muerte.

¿Qué pasó?
Resulta que los otros invitados, los que me recibieron con cara de palo, eran el Jefe de Informática, el decano de Electrónica, y el decano de Sistemas. El primero me invitó a su oficina para "conversar" y me confesó con total soltura que era "Parnert" de la empresa proveedora de software y hardware, es decir, la que proveía a la universidad servidores, equipos de computo y software para protección de datos. Sólo en mantenimiento de los servidores de correo se facturaba algo así como 20 mil soles al mes (me lo contó don Nolberto). La empresa proveedora mantenía feliz a su parnert con un smartphone y una laptop del año, así como otros regalitos.

Luego me enteré de que el segundo y el tercer sujeto con cara de palo también estaban "amarrados" con otros proveedores con los que mantenían otros sistemas de datos de la universidad.

Ahh, ahí está la madre del cordero, me dije. Así llegué a comprender su violenta reacción contra mí, pues al decirles que utilicen el servicio de correo de GMAIL gratuito, estaba atentando seriamente contra sus bolsillos. Pues la universidad ya no tendría necesidad de comprar servidores ni software ni pagar mantenimiento. ¡Maldición!, ¿en qué lío me he metido!.

Luego me invadió un sentimiento nada agradable. ¿Qué iba a decir a don Nolberto, a quién por pura amistad había informado de todo eso?. ¿Y los otros miembros del directorio, entre los cuales imaginaba a mi anciano padre, cómo decirles a ellos lo que estaba pasando en su empresa? Me invadió una gran tristeza y me fui.

Un par de semanas después don Nolberto me llamó para decirme que los miembros del directorio querían saber más sobre el tema. Noooooooooooooooo... no puedo ir, tengo que viajar a Marte, le dije. Sólo ordena a tu Jefe de Informática que haga el cambio y listo. Si no "sabe", lo puedo hacer, pero ahora si te cobraré por el trabajo y por riesgo de vida, agregué.

Hace poco me volvió a llamar para preguntarme ¿es cierto que... ?. Jajaja. No,... ¿amigo quién demonios te dijo eso?

Comentarios

luisptmon dijo…
Que buena historia.... así pasa cuando sucede.... es lo que ocurre cuando mencionas la palabra ¡Gratis! en frente de "magnates" empresarios :)

Saludos