Si no viviste en una provincia, quizás, nunca puedas comprender la indignación de la gente

Quienes nunca vivieron en una provincia, probablemente, nunca podrán ni siquiera imaginar la indignación que se siente por las imposiciones que llegan desde el centralismo limeño.

Tuve la suerte de vivir en más de una de ellas; y no cualquier provincia, sino en las fronteras más alejadas del país, donde no solo requieres de una bandera sino de un conmovedor sentimiento de peruanidad para vivir y luchar por tu país. Habría que estar medio loco para pagar casi un dolar por una aceituna y para comer pan duro casi todos los días. Así aprendimos varias cosas y vivimos situaciones de desesperación, abandono y, a pesar de todo, experimentamos un patriotismo prácticamente insólito.



El abandono del estado peruano y la imposición de políticas en realidades que desconoce casi en su totalidad era la pauta común. Y de esto, la indignación de la gente como respuesta natural y necesaria. Así el estado peruano entregó casi el 60% de su territorio y lo sigue entregando. No le importa su gente, esa que vive el día a día sin recursos ni medios pero que está decidida a expresar su amor a la patria hasta la inmolación.

Recuerdo, por ejemplo, con total claridad que, en una ocasión en que el gran Amazonas había dejado emerjer una isla se originó una disputa entre colonos peruanos y colombianos. Los "colochos" lo habían invadido y lo reclamaban como suyo; ellos tenían mejores recursos y medios para hacerlo; mientras que los peruanos sólo tenían viejas canoas y el sentir patriótico de 4 policías y a un gobernador que estaban decididos a reclamar el territorio que pertenecía a la patria. Uno de esos días se armaron de valor y enrrumbaron sus botes hacia la isla con el fin de expulsar a los colonos invasores. Yo me quedé en la orilla viéndolos partir, tenía algo de 10 años, no podía ir con ellos. Unas horas después vimos pasar un buque de guerra colombiano y la desesperación se apoderó de nosotros. Puesto que ya sabíamos a dónde se dirigía y quizás, pensamos, nunca volveríamos a ver a los policías entre los cuales se encontraba mi padre. [....] Más tarde vimos regresar al buque de guerra y horas después llegó a nuestra orilla el bote con los 5 peruanos que, al pisar tierra, nos saludaron con mesurado júbilo. [...] Ya imagino lo que sintieron al ver llegar al buque de guerra, pero también imagino su determinación para lograr su objetivo y cumplir su misión a costa de sus propias vidas. Eran sólo 5 que se pusieron frente a un buque que apuntaba sus cañones hacia ellos. [...] Así, la isla Patrulllero quedó registrado como territorio peruano; 4 policías y un civil cumplieron su deber de servir a la patria.

Este acontecimiento sucedió hace cerca de 40 años y espero que el centralismo limeño no lo haya entregado como entregó Leticia u otros territorios que, en conjunto, conforman el 60% del territorio nacional.

Así, decíamos al inicio, que si no viviste en una provincia, nunca comprenderás ni podrás siquiera imaginar la indignación que se siente cuando un gobernante o un grupo de políticos, casi siempre interesados en llenar sus bolsillos, imponen sus criterios y satanizan a los peruanos que levantan sus voces de protesta para defender sus tierras. En este sentido, la historia del Perú se sigue repitiendo, los Felipillos han seguido reproduciéndose hasta ahora.



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